viernes, 19 de junio de 2009

Las alamedas de Hortensia

"Se abrirán las grandes alamedas"
Salvador Allende

Se acaba de ir la sombra más alargada de Allende. Esa que celebró la maldita frase de que detrás de un gran hombre reposa una gran mujer. Enorme Bussi, enamorada de un mito que falleció por defender los valores que ahora el mundo le reconoce. Ella le persiguió durante todas las campañas, se preocupó por los desmanes en el mundo laboral y se hizo solidaria con el mundo obrero. Además esta mujer exiliada durante décadas en México hizo lo imposible por restablecer la paz y condenar el imperioso dominio de los malos gobiernos de Pinochet. Luego regresó a casa, a Santiago se regresa con la sonrisa puesta, y se va directo a La Moneda. Los que estuvimos en Santiago sabemos que huele a Allende por todas partes; a Allende, a Neruda y a Mistral, si me apuras. Caminar por sus anchas calles y contemplar sus fachadas de perfil bajo, te transporta a un dominio de antaño en donde todos los intelectuales, casi todos, eran perseguidos por querer hacer cambiar las economías de las cosas cotidianas. De verdad, es de esas ciudades en las que vas a la casa de Neruda y vives la impresión de que el poeta irrumpe en la sala en cualquier momento, o vas a la Moneda y te imaginas el perfil con bigote clásico del bonachón de Allende, esa abuelo ideal que se confió demasiado de las utopías. Ahora esta mujer que abrió hace años esa Fundación Salvador Allende, un espacio social que hace honor a la patria socialista, desaparece del mapa de forma discreta, como quien ha elegido irse en soledad al encuentro del otro. Sin hacer ruido, como siempre hizo las cosas, detrás de la sombra del muerto ilustre e histórico. Mira que hay chilenos célebres. Mira que hay historias de amor legendarias. Algún día alguien escribirá y rodará la de Hortensia y Salvador. Una historia social, política y emocionante...Descanse en paz la mujer del mito, la esposa de los desalojados y de los perseguidos. Bussi estará siempre en la memoria de los desfavorecidos. Esa Evita que nunca quiso asomarse al balcón, y que quiso esperar la muerte en la misma cama que compartió con el Presidente que la convirtió en esposa y musa. Vivan los que salen atrás en las fotos

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